Alejandro tiene 11 años, vive en Oviedo y de mayor quiere ser mecánico. Es un niño muy espabilado, alegre y cariñoso. “Un pequeño gran comunicador, con alma de líder y sin una gota de vergüenza, al que le encanta la fabada, la playa y el fútbol. También bailar, cantar y jugar a la Play”. Así lo describe su madre, Mª Paz Hermida, quien nos cuenta además que su hijo, como cualquier crío de su edad, va al cole, disfruta de su asignatura favorita, Educación física, y se divierte con sus amigos. Y lo compagina con tres sesiones a la semana de fisioterapia, dos de hidroterapia, una de hipoterapia (terapia con caballos), masajes y estiramientos diarios. También forman parte de su rutina exhaustivos controles médicos y viajes Asturias – Barcelona, donde participa en un ensayo clínico para pacientes con Distrofia Muscular de Duchenne (DMD). Uno de cada 5.000 niños en el mundo padece esta “enfermedad rara” y Alejandro es uno de ellos.
Con 3 años “el chiquitín empezó a presentar síntomas de retraso motor, mostraba inseguridad y parecía más patoso”, recuerda Mª Paz. Esto fue lo que hizo saltar la alarma. Un ir y venir de médicos, meses de espera y “finalmente, nuestra peor pesadilla se cumplió. Un abrazo de la neuropediatra vino acompañado de ese horrible nombre: Distrofia muscular de Duchenne”, nos cuenta.
“La DMD es un desorden progresivo del músculo que causa la pérdida de su función y, por tanto, los afectados terminan perdiendo totalmente su independencia. Se manifiesta principalmente en los varones debido a que el gen que la produce se encuentra en el cromosoma X. Generalmente, la mutación se transmite de la madre al hijo, no obstante, un 35% de los casos ocurren de forma espontánea ‘de-novo’, y en ese 35% estoy yo”, explica Mª Paz.
A día de hoy este tipo de distrofia muscular, la más común diagnosticada durante la infancia, no tiene cura. Como advierte la madre de Alejandro, “las estadísticas están ahí: la debilidad muscular progresiva conlleva problemas médicos graves. Los niños necesitan silla de ruedas entre los 10 y los 12 años y su esperanza de vida no irá mucho más allá de los 30”. Pero las estadísticas están para romperlas, la ciencia avanza y de aquí a unos años el panorama podría cambiar. “El destino solo existe para aquellos que se creen incapaces de cambiar el futuro”, cita con esperanza y optimismo.
Para cambiar el futuro que aguarda a Alejandro pero, también para reescribir el destino de los 20.000 nuevos casos diagnosticados anualmente, el pequeño participa desde hace más de un año en un ensayo clínico en el Hospital San Joan de Déu de Barcelona. Como explica Amelia Martín Uranga, responsable de la Plataforma de Medicamentos Innovadores de Farmaindustria, los ensayos clínicos (EECC) son, en términos generales, “estudios de investigación con personas (voluntarios sanos o pacientes) que prueban la seguridad y eficacia de un nuevo tratamiento”. Representan la etapa final de esa compleja, prolongada y arriesgada carrera de fondo que supone la I+D de los nuevos fármacos, que empieza cuando se identifica un primer compuesto prometedor, en la etapa preclínica, y suele culminar 10-12 años después, cuando, si todo ha ido bien, el nuevo medicamento llega a la práctica clínica para beneficio de los pacientes.
“La investigación clínica es una pieza crítica de la I+D terapéutica, pues constituye la unión entre la investigación básica y la asistencial. Además, representa una oportunidad única para los pacientes, para los profesionales sanitarios, para la calidad de la asistencia, para el Sistema Nacional de Salud y para el país en su conjunto”, subraya Martín Uranga.
En el caso del ensayo clínico del que forma parte Alejandro, la investigación se centra en los posibles efectos de regeneración muscular y anti-inflamatorios de un inhibidor de la enzima HDAC, lo que ralentizaría la progresión de la enfermedad en niños con Duchenne. El ensayo ya ha superado las fases I y II y se encuentra en fase III, para confirmar la seguridad y los beneficios terapéuticos del nuevo fármaco en un grupo más grande de personas antes de su autorización para uso clínico.
“Somos cada día más conscientes de que la innovación terapéutica y nuestra participación en estos estudios son aspectos fundamentales para mejorar nuestra salud. Sin embargo, aún nos encontramos con personas a las que les genera mucha incertidumbre y muchas dudas”, explica Carina Escobar, presidenta de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes.
“Claro que me daba miedo, mucho, pero era mayor mi ilusión de tener ‘algo’. Lo que más me preocupaban eran los efectos secundarios, cómo iba Alejandro a tolerar el fármaco, si iba a funcionar y, sobre todo, el crearme una expectativa que no fuera real”, apunta en este sentido Mª Paz. Y añade: “Pero de no tener nada a intentarlo, no cabía la menor duda. Teníamos que participar en el ensayo”.
Hoy no puede estar más satisfecha de su decisión: “Mi experiencia es muy positiva, los niños llevan un seguimiento impresionante y los resultados nos animan a vivir el día a día, pero con esperanzas reales. Tengo muy claro que serán varios los fármacos que entrarán en juego para lograr una cura, pero también que si seguimos adelante ganaremos tiempo y recortaremos campo a ‘Duchenne’”, sostiene.
Sus palabras las suscribe Juan Carrión, Presidente de la Federación Española de Enfermedades Raras (FEDER). Tal y como manifiesta “el valor de los ensayos clínicos recae sobre todo en aumentar nuestro conocimiento sobre aspectos vinculados a la salud”, algo si cabe más importante cuando se habla de enfermedades raras o poco frecuentes, aquellas que afectan a menos de 5 de cada 10.000 habitantes. “Para el 72% del colectivo el retraso en el diagnóstico viene derivado de la falta de información. A ello se une que solo el 5% de estas enfermedades cuentan con tratamiento”, afirma.
Por fortuna, la investigación y desarrollo de nuevas opciones terapéuticas para los pacientes de enfermedades raras ha experimentado un importante avance en los últimos años en España. De hecho, el 17,5% de los ensayos clínicos promovidos directamente por la industria farmacéutica en el primer semestre de 2018 fueron sobre patologías poco frecuentes, sobre todo en el área de las leucemias y los linfomas, así como en patologías autoinmunes y metabólicas, según datos del Proyecto BEST de fomento de la I-D biomédica, impulsado por Farmaindustria. “A nivel global, la red de enfermedades raras Orphanet recoge en su Activity Report 2018 la realización de 2.723 ensayos clínicos para 890 patologías. Si atendemos al Registro Español de Estudios Clínicos (REec), este recoge 5.330 estudios de los cuales 970 están vinculados a enfermedades raras. Esto supone que, desde el año 2013, alrededor del 18% de los ensayos clínicos en nuestro país están centrados en estas enfermedades poco frecuentes. En la actualidad, 355 de ellos están en proceso de reclutamiento de pacientes”, detallan desde FEDER.
Pero no es el único foco de atención. Del Proyecto BEST, que monitoriza la actividad investigadora de 50 compañías farmacéuticas, cuatro grupos de investigación cooperativa y 54 centros hospitalarios del país, se extrae que “oncología, con el 47% de los EECC, es el área en la que se están impulsando más investigaciones. La siguen inmunología, neurociencias, cardiovascular, hematología,…” enumera Amelia Martín Uranga.
“El objetivo es hacer de España uno de los líderes mundiales en investigación clínica”, subraya la responsable de la Plataforma de Medicamentos Innovadores de Farmaindustria, quien llama también la atención sobre el hecho de que nuestro país fue el primero de la UE en implementar la nueva normativa europea sobre ensayos clínicos. Se hizo por el RD 1090/2015 que, entre otros puntos, establece la obligatoriedad de que el Comité Ético de investigación con medicamentos (CEIm) esté constituido por al menos un miembro que represente los intereses de los pacientes.
“Antes era algo opcional. La regulación europea marcó sin duda un antes y un después y ha hecho tangible que, en nuestro país, hayamos pasado de ser meros sujetos de los ensayos a actuar como expertos durante el diseño y evaluación de los mismos, dando un valor a los pacientes que hasta la fecha no habían tenido”, apuntan desde FEDER.
En el ámbito de los ensayos clínicos confluyen, por tanto, dos intereses. Por un parte, la voluntad de pacientes de convertirse en un agente más en este proceso y, de otra, la voluntad de las compañías farmacéuticas de incorporar la voz de estos pacientes en su actividad investigadora. “La industria farmacéutica innovadora quiere contar su conocimiento y su experiencia”, afirma Amelia Martín Uranga.
“Los pacientes tenemos mucho que aportar en este sentido. En organizaciones como la nuestra trabajamos para que se articulen mecanismos que fomenten la información y formación dirigida a los pacientes, con el objetivo de que conozcan los ensayos clínicos que se están desarrollando, cómo pueden acceder a ellos y cómo les va a beneficiar”, explica Carina Escobar, presidenta de la POP. “Además, podemos aportar nuestra perspectiva dentro del comité ético del ensayo, colaborar en la búsqueda de fondos y ayudar en el reclutamiento de participantes”, añade.
Un ejemplo del papel crucial de las organizaciones de pacientes lo encontramos precisamente en Duchenne Parent Project España, asociación sin ánimo de lucro creada y dirigida por padres y madres de niños afectados por esta enfermedad. Allí Mª Paz, la mamá de Alejandro, es coordinadora de eventos y captación de fondos. Además de financiar proyectos de investigación, brindar ayuda psicosocial, llevar a cabo campañas de sensibilización o programas educativos, desde la asociación han dedicado mucho esfuerzo a solventar una carencia: “la creación de un registro de pacientes diagnosticados con Distrofia Muscular de Duchenne, Distrofia Muscular de Becker y mujeres portadoras que viven en España”, explica Mª Paz. Con él ayudan a los médicos, investigadores y compañías biofarmacéuticas en el desarrollo de nuevos ensayos clínicos para estas patologías, identificando a los pacientes y posibilitando un reclutamiento rápido y eficaz de personas que, como Alejandro, puedan participar en estas evaluaciones experimentales.
¿Recomendaría a otros pacientes formar parte de un ensayo? “Sin duda. Creo que las razones son obvias. Un ensayo clínico es una puerta abierta a la esperanza. No es lo mismo recibir un diagnóstico acompañado de un ‘no hay nada actualmente para esto’ que de un ‘varios fármacos están demostrando eficacia y se está progresando mucho’. Tenemos que avanzar por Alejandro, por todos los afectados hoy en día y por todos los que vendrán”, responde Mª Paz.