
Europa tiene el potencial para ser líder en la investigación, desarrollo y producción de nuevos medicamentos. Los cambios geopolíticos están transformando el panorama mundial de innovación en salud. Sin embargo, si aprovecha sus fortalezas y adopta medidas políticas decididas, Europa puede ser competitiva en la carrera global por la inversión farmacéutica.
Un sector biofarmacéutico más competitive tendría beneficios claros y tangilbles para Europa y sus ciudadanos:
Las cifras hablan por sí solas:
Europa continúa destacando en producción científica. Sin embargo, Estados Unidos atrae más del doble de la inversión en I+D. El reto de Europa es transformar su excelencia académica en productos y servicios capaces de impulsar una mejor salud y un mayor crecimiento económico.
Los sistemas sanitarios europeos están sometidos a una presión creciente por el envejecimiento de la población y el aumento de las enfermedades crónicas, justo en un momento en que la defensa y la seguridad ejercen una carga adicional sobre las finanzas nacionales.
Hacer frente a estas presiones obliga a menudo a los sistemas de salud a centrarse únicamente en el control de costes a corto plazo. Esto hace que se pierdan oportunidades de mejorar la prevención y la atención, aumentar la eficiencia y lograr ahorros sostenibles a largo plazo mediante la inversión en innovación que puede transformar la sostenibilidad futura de la sanidad.
Ha llegado el momento de replantear cómo valoramos la innovación en Europa: pasar de verla como un coste para el sistema a considerarla una inversión para un futuro más saludable para los europeos.
Los responsables políticos europeos tienen que tomar una decisión: seguir como hasta ahora, atendiendo a un número cada vez mayor de personas con presupuestos estancados o incluso reducidos, o replantear la organización del sistema y la asignación de los recursos sanitarios. Esto implica adoptar una visión más estratégica de las inversiones que pueden ofrecer una mejor salud a los pacientes, reforzar la sostenibilidad de los sistemas sanitarios y generar crecimiento económico y seguridad a largo plazo.
El desafío: los Gobiernos han de invertir en los nuevos tratamientos por adelantado y exclusivamente con cargo al presupuesto sanitario, mientras que los beneficios y los ahorros se distribuyen a lo largo de toda la vida del paciente y en diferentes ámbitos del sistema sanitario y de la sociedad en general.
En términos per cápita, los países europeos de rentas altas gastan aproximadamente la mitad que Estados Unidos en medicamentos innovadores.
Estas diferencias se deben a cómo los gobiernos valoran y reembolsan la innovación. Invertir en el verdadero valor de los medicamentos implica reformar la forma en que se les considera: ampliar la evaluación de tecnologías sanitarias (HTA) para reflejar los beneficios sociales más amplios, agilizar los procedimientos de precios y reembolso, aumentar la inversión en medicamentos innovadores y eliminar los mecanismos de devolución (clawbacks).
Los mecanismos de clawback varían según el país, pero en general obligan a las compañías farmacéuticas a devolver parte de sus ingresos o a pagar reembolsos si sus ventas anuales superan un determinado umbral. Estas políticas funcionan como un impuesto, sin que exista garantía de que los ahorros aportados por los medicamentos se reinviertan en nuevos fármacos.
Las contribuciones de la industria en proporción al gasto público en medicamentos se han duplicado entre 2018 y 2023, pasando del 12% al 24%. Esto significa que la propia industria ha cubierto por completo el aumento del gasto asociado a la incorporación de sus nuevos medicamentos en los mercados de la UE.
Lo que está en juego no podría ser mayor:
Europa debe decidir si quiere invertir en innovación, creando el entorno adecuado para el desarrollo y la producción de medicamentos, o quedarse al margen y dejar que otras regiones se beneficien.
Europa cuenta con una base sólida sobre la que construir su futuro. Alberga universidades y centros de investigación de primer nivel mundial que impulsan el progreso científico y garantizan la cobertura sanitaria universal a sus ciudadanos.
Estos activos brindan a Europa la oportunidad de construir un ecosistema de innovación biomédica competitivo a nivel global, pero solo si se toman ahora las decisiones correctas.